Llamamos compasión a la capacidad de sentirnos próximos al dolor de los demás y la voluntad de aliviar sus penas, pero a menudo somos incapaces de llevar a la práctica lo que nos proponemos, y esa hermosa palabra muere sin haber dado sus frutos.

¿Qué es la compasión? La compasión es el deseo de que los demás estén libres de sufrimiento.

Si deseamos tener un corazón compasivo, el primer paso consiste en cultivar sentimientos de empatía o proximidad hacia los demás. También debemos reconocer la gravedad de su desdicha. Cuanto más cerca estamos de una persona, más insoportable nos resulta verla sufrir. Cuando hablo de cercanía no me refiero a una proximidad meramente física, ni tampoco emocional. Es un sentimiento de responsabilidad, de preocupación por esa persona. Con el fin de desarrollar esta cercanía es necesario reflexionar sobre las virtudes implícitas en la alegría por el bienestar de los otros.

 

Debemos trabajar para reconocer la dependencia que sufrimos de aquellos por quienes sentimos compasión. Este reconocimiento les acerca aún más a nosotros si cabe. Es importante que nos esforcemos por distinguir el enorme impacto que los demás causan en nuestro bienestar.

 

Un guerrero sabe que el fin NO justifica los medios.

 

Cada minuto es un misterio: el guerrero no sabe de donde vino ni hacia donde va. Pero sabe que no está aquí por casualidad.

 

Por eso el guerrero se entrega.