Cuando hay lealtad, las armas son inútiles.
La lealtad se basa en el respeto, y el respeto es el fruto de Amor. El Amor que ahuyenta a los demonios de la imaginación que desconfían de todo y de todos, y que devuelve la pureza a los ojos.
Todo el mundo está siempre preparado para defenderse, porque vive con el miedo y la paranoia de que a los demás no les gusta.
Muchas veces los sabios derrotan a los guerreros, aunque los guerreros también derroten a los sabios. Para evitarlo, lo mejor es buscar la paz y el reposo que hay en las diferencias entre los seres humanos.
Echa mano de una de las cualidades del Amor llamada Perdón, que lo hace volar por encima de las ofensas dichas en el calor de la batalla, ya que el tiempo pronto se encargará de borrarlas. Y cuando el perdón se manifiesta, el que ofendió se siente humillado por su error y se vuelve leal.
El verdadero héroe no es el que nació para vivir grandes hechos, sino el que consiguió construir un escudo de lealtad a su alrededor.
El verdadero amante no es el que dice: “tu tienes que estar a mi lado y yo debo cuidarte porque somos leales el uno al otro”. El verdadero amante es el que entiende que la lealtad solo se puede demostrar cuando hay libertad y sin miedo a la traición, acepta y respeta el sueño del otro confiando en la fuerza suprema del Amor.
El verdadero amigo no es el que dice: “hoy me has hecho daño y estoy triste”. Dice: “hoy me has hecho daño por razones que desconozco y que tal vez tu mismo ignoras, pero mañana sé que podré contar con tu ayuda, y no me voy a poner triste”.
Y el amigo contesta: “Eres leal porque has dicho lo que sentías. No hay nada peor que aquellos que confunden la lealtad con la aceptación de todos los errores”.
La más terrible de las armas es la palabra, que arruina una vida sin dejar rastro de sangre y cuyas heridas jamás cicatrizan.
Seamos, por tanto, señores de nuestra lengua para no ser esclavos de nuestras palabras.
La lealtad es una perla entre los granos de arena que solo aquellos que realmente entienden su significado pueden ver.
Quien siembra Discordia puede pasar mil veces por el mismo lugar, pero nunca verá esa pequeña joya que mantiene unidos a los que necesitan seguir unidos.
La lealtad no se puede imponer nunca por la fuerza, por el miedo, por la inseguridad o por la intimidación.
Es una elección que solo los espíritus fuertes tienen el coraje de hacer.
Y por ser una elección, nunca es tolerante con la traición, pero siempre es generosa con los errores.
Y por ser una elección, resiste al tiempo y a los conflictos pasajeros.
PAULO COELHO