DIARIO A LA VIDA
Mi nombre es Isabel y soy el ama de llaves de esta casa.
Todo empezó el 25 de Septiembre de 1.974.
Tuve una infancia llena de amor. Primogénita en el núcleo de una familia muy especial en TODOS los sentidos, crecí al lado de mi abuela Isabel, mi segunda madre, un ejemplo a seguir, una estrella que partió para seguir iluminando mi camino desde lejos, siempre viva en mi.
Mi niñez pasó entre el amor incondicional de mi madre, Antonia, mi gran maestra; y el amor incondicional de mi padre, Pepe, el tejedor incansable de una familia que se descosía sin remedio.
La vida en rosa comenzó a desteñirse cuando en mi adolescencia ellos se separaron y yo decidí huir de una realidad que no me gustaba, por suerte no estaba sola, tenía a mi hermana Rocío, regalo que me dio el Universo para sujetarme cuando me tambaleo.
Pero el primer GRAN REGALO se hizo presente a los 16 años, JAVIER, seguido de mi segundo GRAN REGALO, JORGE. Llegaron para que mi vida tuviese sentido y de nuevo todo cambió.
Ni sé, ni puedo, ni quiero imaginar como habría sido mi vida sin ellos. Agradecida al cielo por la bendición de haberme dado estos dos hijos maravillosos, fieles compañeros de vida, de risas y llantos, de noches que no terminaban y días que no empezaban. Agradecida por cada abrazo y cada beso, cada mirada, el AMOR que se ha sentido en el hogar que conseguimos forjar, un hogar completo, donde aprendimos que si hay tormenta, podemos bailar bajo la lluvia. Donde sabemos que aunque a veces parece que alrededor todo se desvanece, siempre nos tendremos a nosotros, en la salud y en la enfermedad, en la riqueza y en la pobreza, en la alegría y en la tristeza, todos los días de nuestra vida.
En una de esas tormentas el temporal fue desolador. Durante todo el tiempo que duró aquel devastador encuentro con mis ruinas, tuve la gran suerte de contar con grandes profesionales a mi alrededor, desde psicólogos (mi querido Curro), ginecólogos (D.Carlos, al que mi madre le pondría un altar en la puerta del Materno), cirujanos, y un largo etcétera. En el proceso perdí mucho, pero gané una vida y eso no tiene precio. Recuerdo con especial nostalgia haber ido a la iglesia alguna vez, haberme arrodillado viviendo mi rendición, viviendo mi fe. Toda esta situación me hizo contactar con el maravilloso mundo de la medicina alternativa y complementaria. Ahí fue donde surgió el gran cambio, un viaje sin retorno que me llevó ha resurgir cual Ave Fénix.
La ciencia y la conciencia tienen que ir de la mano, si no se equilibran esos dos polos el suelo se torna inestable y el camino pedregoso.
Cuando todo pasó, decidí tomar conciencia y responsabilizarme del papel que he venido a desempeñar aquí. Desde muy niña he hecho caso omiso de las señales y las llamadas de atención que provenían de lugares que mi mente racional no entendía. El impulso innato que me llevaba a poner toda mi atención cuando alguien hablaba de algún curandero/a, tarotista, o sanador/a. El mismo impulso que me llevo desde muy jovencita a tener miedo de verme y mostrarme como soy, desde mi esencia. Ese miedo a abrir puertas que alguien me había dicho que deberían estar cerradas, porque antaño no estaban bien vistas. Ese miedo que me tenía paralizada hasta que llegó el Universo y me dio una patada en el culo en la que se podía leer en los subtítulos : » Perdona bonita, ya no hay más tiempo que perder».
Y aquí estoy, enfocada en mi misión de vida, llena de gratitud y entusiasmo.
Con cariño:
Isabel.